Los Prisioneros - González, Tapia, Narea

En una institución pública chilena de educación secundaria denominada Liceo 6 Andrés Bello, cuyo corte educacional era de tipo científico-humanista, de orientación religiosa y en donde estudiaban solamente alumnos varones, pasaban sus días tres individuos revoltosos que no se podían quedar quietos en clase: molestaban e interrumpían a cada momento, y siempre se las arreglaban para obtener buenas calificaciones.

Pero estos tres adolescentes, que cursaban para ese entonces el primer año de educación media, no estaban solos en este inquieto afán de incordiar y cuestionar, muy propio de aquellos años mozos: formaban una especie de ‘patota’ con otros compañeros de clase que traía de cabeza a todo el salón, y a los profesores que tenían la mala suerte de dictarles clase a menudo.

Es aproximadamente en marzo de 1979 -cuando empezaba el curso escolar- que estos tres ‘pipiolos’ de contextura esquelética se conocen. Algunos dicen que bastó solo una conversación entre ellos para saber que tenían muchos intereses en común, a tal punto que prácticamente en ese momento decidieron unir sus destinos y dirigirse con todo el ímpetu y ganas posibles hacia el esquivo pero muy atrayente camino de la música.

Tapia – González – Narea

No pasó mucho tiempo para que Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia encontraran gente con gustos e inquietudes similares. Dicho y hecho. Conocerían a un par de hermanos que resultaban ser vecinos de Narea: Rodrigo y Álvaro Beltrán. Todo empezaría allí a tomar forma, pues no obstante las diferencias y coincidencias que existían entre ellos destacaba una idea principal: hacer música.

Por aquellas épocas, un programa de radio local anunciaba la emisión de un especial sobre un grupo punk inglés el cual es escuchado con mucha atención por estos cinco jóvenes: se dice que este grupo era The Clash.

Inspirados por el ritmo de esta banda británica empiezan a escuchar música de varias agrupaciones para tratar de definir un estilo propio: además de los Clash desfilan por sus oídos The Cure, The Stranglers, UB-40, Depeche Mode.

No había mucho más que decir: era hora de formar un grupo. Se empiezan a prestar vinilos y cintas, a visitarse frecuentemente para tomar ‘once’ (tomar té) y ‘huevear’, a guitarrear sus temas preferidos, y casi sin darse cuenta, a cantar y tocar rudimentariamente temas y melodías propias: juegos de palabras, harta rabia, canciones de amor, muchas tonterías… algo estaba tomando forma.

Teníamos 13 o 14 años, una enorme afición por la música y ganas de hacer algo realmente en grande. Lo primero fue aprender a tocar, y para eso escribir canciones fue la mejor escuela. Con un viejo maletín por batería, guitarras acústicas ‘electrificadas’ en casa y amplificadas por la radio cassette, nos pusimos a grabar todo lo que hacíamos.

Es así como González empieza a escribir sus primeras canciones, y junto a Narea, Tapia y los hermanos Beltrán, formarían Los Pseudopillos, banda que se caracterizaría no precisamente por la grandeza de sus canciones sino por la precariedad de sus grabaciones caseras: usaban un par de guitarras en pésimo estado, un maletín, un sintetizador de juguete, una batería de tercera mano, y hasta golpes en la mesa para ponerle ritmo a los temas que poco a poco iban improvisando.

A finales del año 1982 y tras varios meses de ensayo llegaría lo que se veía venir: la primera presentación en su colegio ante una ruidosa tribuna estudiantil. Ahora usaban otro nombre (Los Vinchukas) y eran cuatro integrantes: González, Narea, Tapia y Álvaro Beltrán.

Los Vinchukas – Cuánto vale el show

Nerviosos, desafinados, y cantando temas en inglés y algunos en castellano compuestos por González: “¿Cuánto vale el show?”, “orgullo”, “dejen respirar”… digamos que no contaron con el beneplácito de los asistentes, que dicho sea de paso, querían escuchar algún tema comercial y bailable, nada que ver con el estilo -llamémosle ‘punk’- que parecían estar oyendo.

Eso fue todo para Los Vinchukas: su primera y única aparición.

Fonseca – González

Las buenas notas obtenidas en el colegio llevarían a González y Narea a universidades diferentes, mientras que Tapia ahorraba algunos pesos en trabajos eventuales. Por supuesto que ellos tres se seguían viendo para crear canciones, tocar, o recorrer las calles de la ciudad en busca de instrumentos en oferta.

La permanencia de los dos en la universidad fue bastante breve, lo suficiente para que Jorge pudiera conocer a una persona que sería clave: Carlos Fonseca. Ambos empezaban a estudiar licenciatura en música allá por el año 1983, y por lo que se dice, congeniaron al instante.

Me hice amigo de él al tiro, señala Fonseca, porque era el único al que le gustaba la música rock y además me caía súper simpático porque era ácido en la clase con los profesores.

Fonseca para ese entonces tenía un programa radial y escribía artículos en una revista. Se enteró entonces de que su compañero de estudios era el líder de una banda que recientemente había sido bautizada como Los Prisioneros.

En el programa radial empecé a hacer un llamado para que mandaran cintas para hacer un especial de fin de año del ’83 con puras bandas nuevas chilenas. A través de un amigo, le pedí a Jorge que me mandara una cinta de su banda. Ahí la escuché y aluciné. Parece que escuché “la voz de los 80” recién grabada entera por Jorge… (el cassette) estaba grabado en un simple aparato de radio.

Es entonces cuando Fonseca les propone que hagan de esto una carrera, una forma de vivir: les consigue instrumentos, contactos, tocatas, movidas… hasta sale a pegar afiches por Santiago de noche. Poco después, se convertiría en su manager.

Todo comenzó con un puñado de canciones que hicimos para nosotros… tocábamos en una pieza de mi casa, actuábamos esporádicamente pensando que siempre nos iba a ir mal, hasta que de repente nos descubrió un tipo (Carlos Fonseca) al que le interesaba hacer esto y vio que lo que hacíamos podía tener alguna importancia, algún éxito. Cosa de él -dije yo-… ¡y dio resultado!

Jorge González

Su debut como Los Prisioneros fue en el Liceo Miguel León Prado el 1 de julio de 1983, siendo la inmortal “paramar” la primera canción tocada por el grupo.

Paramar (1a presentación)

Es en ese mismo año cuando estallan las primeras protestas violentas y masivas contra los militares. Paralelamente, los familiares de Carlos Fonseca tenían una disquera de nombre Fusión que organizó una sesión de grabación para finales de 1983, la misma en la que se registraron varios temas que luego se emitieron en el programa radial.

Aunque tocaban en ese entonces con instrumentos alquilados y/o prestados, eso no hacía decaer el ánimo ni por un instante: la gente estaba empezando a escucharlos.

A principios de 1984, el grupo realizaba ya algunas presentaciones: estas primeras etapas las pasaron en círculos universitarios e intelectuales que eran conformados en su mayoría por gente acomodada de clase media-alta, clase a la que paradójicamente criticaban una y otra vez en sus canciones.

Es por esto que muchas veces no querían ser escuchados, actitud a la que González respondía con indignación:

¡Muévanse mierdas!… ayer fue Travolta, hoy es Michael Jackson… ¿quién será mañana?… caen rendidos hasta delante de Charly García… ¿no es cómo mucho?, ¡váyanse a la cresta!

La voz de los ’80

Pero mientras esto ocurría, era ya hora de ponerse a pensar en editar algún tema. Es así como en ese mismo año editan el single “la voz de los 80“, y aproximadamente en diciembre, salen las primeras mil copias del LP del mismo nombre, el cual causaría un tremendo impacto en aquellas épocas de dictadura militar.

A pesar de que fue un trabajo sencillo, sin experiencia ni de los músicos ni de los técnicos, sirvió para abrirles paso en la escena musical chilena. Con el cassette en la mano, salen a golpear algunas puertas y comienzan a aparecer -muy lentamente- en algunos medios y programas como Radio Galaxia, Sábados Gigantes, Canal 11 ó la Teletón del ’85.

Es justamente durante ese primer semestre del ‘85, que dado el repentino éxito de la banda el sello EMI firma un contrato de distribución de su primer trabajo, La voz de los 80, el mismo que incluía temas como “nunca quedas mal con nadie“, “Latinoamérica es un pueblo al sur de EEUU“, “paramar“, “sexo” o “¿quién mató a Marilyn?“.

La fiebre de Los Prisioneros empezaba a extenderse, aunque el contenido de sus canciones y la desafiante postura del grupo les cerraba las puertas de los grandes medios.

Pero esto ya había empezado: la gente empieza a tararear “la voz de los 80“, aparece el cassette pirateado en todos lados, las radios empiezan a tocar sus temas, algunos intentan imitar sus acordes, etc. El efecto causado parecía imparable, aunque la censura militar de aquellas épocas intentaría callarlos y romper con ese ímpetu avasallador.

Nunca quedas mal con nadie

Para el verano de 1986 toda la juventud hablaba de ellos. Sus temas ocupan los primeros puestos en radios locales. Paralelamente, surgen otras bandas chilenas que también hacen música. Un movimiento similar ocurría en Argentina, y grandes cantidades de rock latino resonaban en nuestros tímpanos haciendo olvidar por momentos las miserias del régimen militar que subyugaba al país del sur. El sentir popular mayoritario de rechazo a la dictadura se hacía cada vez más notorio.

Pateando Piedras

Dentro de este ambiente sale, en septiembre de 1986, la segunda producción de la banda de nombre Pateando Piedras: el mismo día que sale a la venta se venden 5000 copias.

Aquí dejan de ser la típica agrupación de guitarra, bajo, y batería. Digamos que los sintetizadores toman el control en el álbum, y hacen sonar tan bien las canciones que son catapultados hacia el estrellato como una de las mejores bandas de Sudamérica. Con esta producción obtienen dos discos de platino.

El primero de noviembre de ese mismo año, Los Prisioneros llenan el Estadio de Chile en doble función y llegan a ser invitados al festival Chateau Rock (Argentina) y al Festival de Rock (Uruguay).

Se dice que de los diez temas del álbum solo se trabajaron cuatro: “Muevan las industrias“, “quieren dinero“, “por qué los ricos” e “independencia cultural” y que los seis restantes fueron temas de relleno, resultando, curiosamente, uno de ellos el más popular en la historia de este trío chileno (“el baile de los que sobran“).

Quieren dinero

Medio Chile canta a medio pulmón el “por qué no se van” así como el “muevan las industrias” y el “únanse al baile… de los que sobran…“. Como era de esperar, encabezan la lista de grupos vetados en la televisión nacional chilena. Pero eso no importaba: Ya eran ídolos y sus conciertos reventaban de jóvenes, protestas, gritos, volantes, reclamos, pancartas, rabia, disconformidad, y un largo etc.

El éxito ya les sonreía. Abrumados por tamaña aceptación popular, fácilmente podrían haber compuesto temas más comerciales e insípidos para satisfacer a la audiencia mayoritaria y convertirse en un grupo ‘superventas’, pero no señor, en este punto, el trío no podía traicionar sus principios e ideologías.

La Cultura de la Basura

Es así que para 1987 regresan a sus raíces y graban, en mi modesta opinión, el que sería el mejor álbum de su carrera: La Cultura de la Basura. Esta producción es, en su mayor parte, un agrio y directo enfrentamiento tanto al sistema como a la inquieta pasividad con que un gran sector del pueblo aceptaba la situación que se vivía en aquellas épocas. Los prisioneros que todos conocían, revolucionarios e irreverentes, aunque algo más maduros, estaban de vuelta.

En contraposición a lo bueno que resultó este trabajo a nivel lírico, queda el hecho de que a la postre significaría el último de la banda como tal (por lo menos del siglo pasado). Eso sin mencionar la calidad algo deficiente en su edición y realización, hecho que se produjo debido a la salida del ingeniero de sonido con el que trabajaban, Alejandro Lyon, que no soportaba el tenso ambiente que se vivía a diario:

Había una apatía total de Jorge cuando las canciones no eran de él. Para ese disco tendí a salirme.

Curiosamente y como quien daba un pequeño adelanto de la calidad de sonido en esta producción, ésta empieza con un tema corto de nombre “somos solo ruido“.

El disco no fue recibido con la aceptación que se esperaba, y menos aún le iría bien en ventas si tomamos en cuenta el hecho de que el grupo utilizó como promoción del mismo el apoyo a la opción NO del plebiscito contra Pinochet (no podía ser de otra manera pues reflejaba el sentir popular de la juventud chilena), siendo por consiguiente más vetados de lo que ya estaban.

Poder elegir

Varias presentaciones fueron canceladas sin previo aviso dando como resultado la cancelación de la gira de promoción, debido a que no estaban ‘autorizados’ para tocar en vivo. Por si esto fuera poco y después de una primera presentación en México a mediados del año 1988, Narea enferma de hepatitis obligando al grupo a cancelar el resto de los conciertos programados en ese país.

La Cultura de la Basura se hizo en sólo cuatro meses, y a diferencia de los discos anteriores en los que predominaban las composiciones de González, aquí a todas luces se ve que fue un verdadero trabajo grupal, desde las letras de sus canciones hasta sus posteriores interpretaciones.

Comercialmente hablando, a parte del primer single “que no destrocen tu vida“, sobresalieron también el “lo estamos pasando muy bien“, “maldito sudaca” y el “pa pa pa“, sin llegar a ser, ninguno de ellos, considerados como ‘hits’ en aquel momento. Sea como sea, este disco recoge la esencia de los tres adolescentes de San Miguel y es el único que les pertenece a los tres por igual.

La aparición de los videoclips de los temas “sexo” y “maldito sudaca” salvan ligeramente esta situación de ‘poca popularidad’. El balance final de este trabajo, y de la gira del mismo, fue comentado por sus protagonistas:

Nos descuidamos un poco. Creímos que cualquier cosa que hiciéramos nos iba a resultar perfecta y no fue así, de ninguna manera. Fue un disco musicalmente bajo. Si hubiera sido alto, había saltado todas las prohibiciones.

Por esas mismas épocas y pensando ya en que la siguiente producción tenía que hacer eco mucho más allá del territorio nacional, editan el single “we are southamerican rockers” (con cuyo videoclip debuta el programa de televisión MTV Latino), que se incluiría en una segunda edición de La Cultura de la Basura.

Este ‘nuevo’ trabajo traería nuevas y mejores versiones de la mayoría de los temas originales, en lo que a nivel de sonido y acabados se refiere, pero nunca sería editado en Chile. Aquí González canta el tema “lo estamos pasando muy bien“, pero muchos seguimos prefiriendo la versión original.

Lo estamos pasando muy bien

Por aquellos años la dictadura empieza a ceder terreno, y con ello, el aire vuelve a ser un tanto más ‘respirable’. Es cuando llegaría el silencio de la banda, una larga etapa que se acentúa a principios del año 1990 cuando Narea comunica su inminente retirada del grupo: cuando ésta se hace pública, ya para mediados de ese año, él mismo comentaba:

Decidí irme porque no estaba a gusto, por decir lo menos. Todo se hacía a la pinta de Jorge, quien desde hace mucho tiempo no consideraba para nada mi opinión o la de Miguel. Ya es tiempo que se acaben las mentiras. Los Prisioneros fueron una farsa a partir de un momento. Al comienzo y hasta poco después de que salió Pateando Piedras, éramos auténticos, pero comenzamos a cambiar.

Ante esto, González respondía que lamentaba la salida de Narea, pero que sin él, “la banda sonaba mucho mejor“. En fin, se dice que fue realmente un asunto de faldas el que ocasionó el desmembramiento del grupo. Sea cual sea la razón, algo era muy cierto: sin Claudio, Los Prisioneros perderían una gran cuota de su actitud contestataria e irreverente.

De pronto, se empieza a escuchar algo inusual: “Tren al sur” hacía su llegada a finales del año 1990.

Corazones

La banda nos presentaba el Corazones, un disco de estilo tirado al ‘glam’ plagado de canciones de amor un tanto mustias pero con un sonido muy bien trabajado, producto del viaje de González y Fonseca a Los Ángeles en busca de una mejora en la calidad de las grabaciones y mezclas.

Ahora eran un cuarteto: junto a Jorge y Miguel veíamos en los teclados y coros a Cecilia Aguayo (ex-Las Cleopatras) y en la guitarra a Robert Rodríguez (ex-Banda 69). Llegado este punto, ya no era necesario vetarlos: las composiciones revolucionarias habían pasado a mejor vida.

Los Prisioneros, o mejor dicho, Jorge González, sacrificaron su esencia para buscar una mayor aceptación del público, y vaya que la consiguieron: sin censura, sus pegajosas canciones eran pasadas en todas las emisoras; sus videos se veían en todos los canales (los clips de “tren al sur” o “estrechez de corazón” los consolidaron comercialmente); los escuchaban hasta en Rusia…

El álbum, en sí, no es malo por ningún lado, solo muy diferente a lo que estábamos acostumbrados a escuchar de ellos. No obstante, en ciertas canciones todavía se podía percibir algún tímido destello de la chispa que encendió a tantos seguidores en su momento, aunque ahora sus canciones ‘comercialonas’ fueran ahora también bailadas por los niños ricos.

Por amarte

Todos los temas fueron exclusividad de González, éxitos radiales ‘instantáneos’, y relataban situaciones personales que ni él mismo pensó que mostraría alguna vez al mundo.

Por fin se había logrado que la banda esté en boca de todos: puede que esto era lo que hubieran querido lograr desde un principio, pero sin sacrificar su identidad, sin olvidar por qué se hicieron llamar Los Prisioneros. Las cosas cambian, es verdad, y hay que vivir con las decisiones tomadas. La fama estaba allí, pero al final de los conciertos, todavía se podía escuchar el coro “Narea… Narea…” incesantemente.

Dada la nueva condición ‘amigable’ de la banda finalmente se les invita al Festival de Viña del Mar de 1991, el mismo que les había cerrado las puertas en la cara todos los años anteriores. La motivación parecía haberse acabado. Como decía Jorge antes de salir al escenario:

Qué importa lo que hagamos si total… van a aplaudir igual.

La separación del grupo era inminente: en el Estadio Nacional de Chile, en diciembre de 1991, Los Prisioneros nos decían adiós. Aquel día se cerraba por unos años una de las mejores etapas del rock chileno, y en general, de todo el rock en español.

Los Prisioneros (Viña, ’91) – 2da Noche


Créditos:
– Video: Oscar

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7 Comments

  1. apesar de que no los conosi en persona yo soy fanatico de ellos el rock de ellos es bueno yo pienso que la vida de ellos fue dificil por que estaban en el gobierno de pinochet , yo creo que es la mejor banda de toda sudamerica yo creo que soy el fan mas joben que le gusta a los pricioneros la cancion que mas me gusta es “el baile de los que sobran y lo estamos pasando muy bien

  2. este es un resumen muy completo de la banda, pero me quedé con gusto a poco al no haber información sobre los hechos ocurridos después del reencuento.
    además me dio la impresión de que este resumen buscaba exaltar la figura de narea, siendo que, desde mi punto de vista, él nunca fue un aporte real para la banda. afirmar que sin narea la identidad contestataria de los prisioneros murió es simplemente una mala percepción de la realidad, ya que todas las canciones y los discursos contestatarios de los prisioneros siempre fueron compuestos por gonzález, él fue el que le dio su identidad al grupo, él era el cerebro, el talento y el alma de la banda y cuando su vida comenzó a cambiar (por a, b o c motivos) y sus gustos musicales variaron orientandose más a la musica romántica y la electrónica, entonces aparecio el disco corazones, pero nada tiene que ver Narea en este cambio, ya que si lees tanto el libro “mi vida como prisionero” del mismo claudio narea, como el “maldito sudaca” te daras cuenta que las canciones ya estaban compuestas y grabadas antes de la salida de narea del grupo, por lo cual el disco iba a salir de la misma manera con o sin él, porque los prisioneros siempre fueron jorge gonzalez y era él quien moldeaba la banda a su pinta, le guste o no les guste a los “nareístas” que seguramente se compraron el cuento de que narea era el alma de los prisioneros gracias al fuerte apoyo que recibe de los medios de comunicacion (claramente para perjudicar a gonzález) y a su incapacidad durante años para reconocer que la verdadera razón de su alejamiento de la banda no era ni un problema de indetidad musical ni de su participación en las composiciones, sino que era la relación entre su esposa claudia y jorge g., por lo cual decidió esconder su verguenza y recurrió a mentir groseramente a sus fanaticos y mostrarse como el rebelde y el heroe que salia de una banda que se vendió al sistema. si esta absurda historia es la que tu creíste al momento de escribir esta crónica, entonces me apena que no seas capaz de hacer un buen análisis historico o de percibir la realidad tal cual es.

    1. Oye, esta bien q pienses eso, pero debes tener en cuenta q Los Prisioneros como grupo q llego a los mas alto del rock chileno fue en formacion de trío, osea Jorge, Claudio y Miguel. Yo admiro mucho a Jorge como compositor, músico y por su actitud… pero debes tener en cuenta q cada uno puso lo suyo, si suponte al Claudio cuando Carlos Fonseca lo quería cambiar porque tocaba muy mal, lo hubieran cambiado, no hubiera sido lo mismo. La historia de los prisioneros fue asi y ya fue solo falta un nuevo grupo q siga sus pasos y cambie la sociedad de ahora con toda esta mierda de musica e hipocresia en la sociedad se necesita unos “nuevos prisioneros” para q la gente se de cuenta de las cosas y q tambien se puedan dar cuenta de q se puede cambiar la situacion…

  3. Una lástima leer este tipo de comentarios que intentan menospreciar el aporte clave no solo de Claudio Narea y Miguel Tapia en la exitosisima parte ochentera de Prisioneros. Bien aprendido el discurso de su “ídolo” …

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